Colaborando en esta campaña preventa recibirás el libro en casa antes de que entre en circulación, para que esto sea posible nos hemos propuesto alcanzar en torno a 50 reservas, para iniciar los procesos de edición justo después de finalizar la campaña; en un plazo de unos meses.
A finales del franquismo, un joven tiene una turbia relación con la hermana de su mejor amigo, pero ella aparece muerta tras caerse desde un cuarto piso, desde la ventana de una pensión por horas. ¿Se cayó o la arrojaron? La policía se encoge de hombros, pero el joven decide averiguar qué pasó con su primer amor.
El paso de los años cambia España y cambia las normas sociales, pero no hace desistir a este hombre, ya no tan joven, que aún la echa de menos.
El tiempo pasa, las preguntas siguen en el aire, y sólo algunas respuestas cambian.
En el diario de ella se habla de muchas personas. Estaba con alguien conocido. ¿Pero qué sucedió? ¿Cómo podemos regresar con ella a aquella habitación?
Quizás a través de sus impresiones, escritas en el diario. Quizás cuando a alguno de sus amigos se le deslice un error. Es cuestión de paciencia. Es cuestión de saber mirar dentro de las personas.
Javier Pérez, o Pérez Fernández según Wikipedia, se considera un leonés de Zamora, más periodista que escritor, y tan aficionado a la novela negra como a la sátira o la novela histórica.
Empezó a los 14 años en La Bañeza, siguió en su etapa universitaria en León, y desde entonces ha publicado del orden de tres mil artículos y columnas de prensa. En cuanto a las novelas, supera la docena de obras publicada de todos los tipos, desde las novelas históricas como El Gris, la Crin de Damocles (Premio Azorín 2006) o Violín Negro en orquesta Roja (Premio Ateneo de Valladolid 2014) hasta obras puramente satíricas como El secuestro del Candidato (Precio Ciudad de Badajoz 2012) o La Libertad Huyendo del Pueblo, o policiacas como El Caso de la culpa en conserva.
«El tiempo no cura las obsesiones: al contrario, las convierte en una especie de martillo golpeando la memoria. En los últimos años del franquismo, Fernando tenía una extraña y ambigua relación con Conchi, la hermana mayor de su mejor amigo, que se divertía provocándole malos pensamientos y a veces algo más.
Hasta que un día ella apareció muerta en la calle: se había caído de un cuarto piso, de la ventana de una conocida pensión por horas. Estaba con alguien conocido, pero la policía no pudo determinar la identidad de su acompañante ni decidir si se trataba de un asesinato o de un suicidio. Cerraron el caso, pero Fernando no estaba dispuesto a olvidarse de lo sucedido y siguió investigando, primero en el diario de ella, robado en casa de su amigo, y después, durante años, esperando que algún conocido de Conchi tuviese un desliz. Era cuestión de observar y esperar, porque, aunque España había cambiado, la naturaleza humana siempre es la misma»
«Del diario de Conchi:
Hay tres clases de miedo:
El espanto, cuando sabemos que hay algo que temer, pero aún no lo hemos identificado.
El terror, cuando vemos aquello que tememos.
El horror. Cuando ya ha sucedido lo que temíamos y asistimos a sus consecuencias.
Esta mañana he pasado por las tres clases y puedo hablar con conocimiento de lo que significan.
Lo primero fue el espanto. Ni siquiera se acercó a mí cuando llego a su despacho. Ni siquiera me sonrió. Se encerró en su despacho, pidió que no le molestase con nada y se puso a mecanografiar un par de cartas, o lo que fuese. Cuando oí el tecleo de la máquina de escribir, llegué a preguntarme cómo era posible que yo estuviese en dos lugares a la vez, allí, escribiendo a máquina, y en mi mesa, escuchándome escribir. Aunque sólo fuese a nivel laboral, un jefe escribiendo a máquina mientras su secretaria no está haciendo nada importante es, como poco, un reproche encubierto.
A eso de las diez no aguanté más y entré. No era muy profesional, pero le dije que eso de escribir a máquina era parte de mi trabajo y que me daba vergüenza vérselo hacer a él. Me dio las gracias y me señaló la papelera, medio llena de folios. Luego respiró hondo y me dijo que no tenía coraje para verme y decirme lo que tenía que decirme.
Hasta ahí el espanto.
Luego vino el terror. No me lo quiero creer. No puedo creerlo aún. Se acercó a mí, me acarició el pelo con gesto dolorido y me dijo que durante un tiempo es mejor que no nos veamos. De hecho, lo mejor sería que no nos viésemos tampoco en el trabajo.
Así fue el golpe».
Por otro lado, independientemente de que colaboréis realizando vuestra reserva o no, en ocasiones no se puede, sería una inestimable ayuda que os hicieseis eco de esta campaña a través del boca-oreja o por redes sociales... la Cultura, Distrito 93 y Javier Pérez os lo agradeceremos.